El Mastín tibetano, también conocido como Dogo del Tíbet, es una de las razas de perro más antiguas que existen. Conocido por su gran tamaño y su melena de león, este perro conserva muchos de los comportamientos de sus antepasados guardianes. Despreocupado, inteligente y confiado de sí mismo, el Mastín puede sorprender por su instinto protector hacia sus familiares, y suele llevarse bien con los niños.
Si buscas que uno de esos majestuosos peludos forme parte de tu familia y deseas saber más sobre su historia, características y cuidados, esta guía es para ti.
El Mastín tibetano es un hermoso perro de tamaño muy grande Tiene un esqueleto pesado y una doble capa de denso pelaje, con el cuello y los hombros cubiertos de pelo que asemeja una melena. Éste es más prominente en machos que en hembras; su grueso pelaje le protege del frío propio de su zona de origen, las altas montañas del Himalaya.
Es un poco más largo que alto y tiene la cabeza ancha con el hocico cuadrado, los ojos con forma de almendra en tonos marrones, la nariz negra y las orejas en forma de V caídas a los lados de la cabeza. La cola se enrosca hacia arriba. Se puede encontrar en colores negro, marrón, gris azulado, fuego o dorado, a veces con manchas color fuego o alguna macha blanca.
Es un perro muy bello y exclusivo. Ostenta el récord de perro más caro del mundo ya que se han vendido ejemplares de más de un millón de euros.
Son perros tranquilos, valientes y amables, en ocasiones distantes e independientes. Con sus dueños es cariñoso y juguetón, pero con extraños se puede mostrar agresivo.
Necesitan a un líder con experiencia en adiestramiento canino ya que durante siglos ha sido utilizado como perro de guarda, teniendo que enfrentarse con depredadores, por lo cual tiene fuertes instintos de protección y podría atacar a extraños o a otros animales si no está bien adiestrado. Si no percibe a su dueño como más fuerte que él costará trabajo que obedezca y se volverá caprichoso, terco y muy territorial. Tiene un sólo celo anual, al igual que los lobos.
El Mastín tibetano es un guardián por excelencia, no solo con las personas sino también con otras mascotas. Es un perro muy territorial, por lo que siempre dudará de los extraños y visitantes inesperados, sin discriminar entre personas y mascotas. Por ello, tiende a llamar la atención con ladridos excesivos, especialmente si nota algún comportamiento inusual por las noches. Te sorprenderá su independencia y su gran capacidad de tomar decisiones.
Con base en su temperamento, estas son algunas verdades sobre el Mastín tibetano:
Los mastines tibetanos suelen ser perros de buena salud. Sin embargo, al igual que otras razas, son susceptibles a ciertas afecciones, entre las cuales destacan las siguientes:
No todos los perros de esta raza sufrirán estos problemas de salud, pero es importante mantener al día su calendario de vacunas y sus exámenes médicos.
Gran parte de los cuidados que requiere cualquier perro dependen del sentido común de sus propietarios. En este sentido, la alimentación balanceada y el aseo son dos aliados valiosos para garantizar que tu mascota tenga una buena calidad de vida. Estos son algunos consejos para lograrlo:
Entrenamiento y socialización
Debido a su carácter fuerte y su independencia, este no es un perro adecuado para personas que nunca hayan tenido una mascota. Si es tu caso, no dudes en contratar a un entrenador profesional que le enseñe quién es el líder en casa. Se requiere de mucha paciencia y tiempo para establecer un liderazgo sólido, pero el resultado final será satisfactorio.
Si adoptas a un cachorro, el entrenamiento debe comenzar justo al llegar a casa. Una excelente opción es llevarlo al jardín o gimnasio de perros y enseñarle algunos comandos básicos de obediencia. El mejor aliado en el adiestramiento es el refuerzo positivo (recompensas) en los juegos y en otras situaciones en las que el perro intente salirse con la suya.
Al igual que el entrenamiento, la socialización debe comenzar durante las primera semanas de vida. Asegúrate de que tu cachorro esté constantemente rodeado de personas y otras mascotas, ya que le brindará mayor confianza en su entorno y evitará que sospeche de cualquiera. Las salidas regulares al parque y las caminatas son una excelente manera de mantener el buen ánimo de este perro, además de ayudarle a diferenciar qué situaciones representan una verdadera amenaza y cuándo debe estar tranquilo.
Aunque los cachorros suelen ser muy activos, llegada la madurez, el Mastín tibetano tiende a reducir esta tendencia. No obstante, es importante que se mantenga activo, porque el aburrimiento puede convertirlo en un perro curioso y destructivo.
No se recomienda encadenar al perro cuando no estés en casa, ya que puede volverse agresivo. Un cachorro puede quedarse solo en casa mientras su familia está trabajando, pero no se recomienda dejarlos sin compañía y vigilancia durante largos períodos de tiempo.
A causa del aislamiento de su región de origen y la ausencia de evidencia escrita sólida, la herencia genética de esta raza es un enigma. Sin embargo, se cree que sus raíces provienen de las altas cumbres del Himalaya y las extensas llanuras de Asia Central.
Considerado por la cultura oriental como el “perro guardián del Tíbet”, este majestuoso perro podría haber aportado las condiciones genéticas de la mayoría de las razas de trabajo que conocemos hoy en día, incluidos los mastines europeos.
Los primeros registros escritos del Mastín se remontan al año 1,100 a.C., en China, donde sirvieron como perros protectores de los monasterios tibetanos. Algunas piezas arqueológicas de la edad de piedra y la edad de bronce han servido de referencia para asegurar que los antepasados de este perro podrían haber sido acompañantes de los ejércitos griegos, sirios, persas y romanos.
Gengis Kan, conquistador y fundador del Imperio mongol, y Atila, el caudillo más poderoso de la tribu asiática de los hunos, fueron los primeros en llevar al Mastín tibetano a Europa. Posteriormente, la raza se mantuvo aislada en los valles del Himalaya y se ganó el aprecio de los habitantes del Tíbet.
El propósito inicial del perro fue la protección de las tiendas de los pastores y comerciantes. El Mastín se encargaba de proteger el ganado y las mercancías contra lobos, leopardos y otros depredadores salvajes de las nieves. Otros ejemplares fueron utilizados para el cuidado de propiedades y granjas.
Antes de comenzar el siglo XIX, el acceso al Tíbet era restringido para la mayoría de los occidentales, por lo que no se publicaron registros concretos sobre la raza. En 1847, Charles Hardinge, diplomático británico que más tarde se convertiría en virrey de la India, envió un Mastín llamado “Siring” a la reina Victoria. Fue el primero de estos canes en llegar a Inglaterra.
En 1873, se funda El Kennel Club y la raza recibe oficialmente el nombre de “Mastín Tibetano”. Un año más tarde, el Príncipe de Gales viaja a Inglaterra con dos mastines más, los cuales fueron exhibidos en el histórico Alexandra Palace Show. Posteriormente, aumentaron las importaciones de perros en Inglaterra, Alemania y otros países europeos. La raza llegó a EE.UU. a finales de la década de 1950 gracias al Dalai Lama., quien envió un par de cachorros al presidente Dwight Eisenhower.
El Dogo estuvo a punto de extinguirse tras la invasión del Tíbet por parte de los chinos comunistas. Los invasores ordenaron a los propietarios que maltrataran a sus perros hasta la muerte si no querían ser asesinados. En consecuencia, la mayoría de las razas tibetanas murieron. Los canes sobrevivientes fueron criados en secreto.
Actualmente, los clubes de criadores de esta raza en Europa, Asia y EE.UU. trabajan para fortalecer el número de mastines tibetanos. Por fortuna, la relación estrecha que han tenido estos perros con humanos a lo largo de la historia se ha mantenido intacta.
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