La conducta de enterrar comida en un lugar seguro les viene a los perros de sus orígenes como especie; es un instinto básico de supervivencia en los depredadores. Cuando un predador caza una presa demasiado grande como para comérsela de una vez, entierra el resto en algún lugar seguro que solo él conoce. De esta manera puede recuperar su comida cuando tenga hambre y a la vez la mantiene fuera del alcance de otros animales que no dudarían en comérsela si la encontraran.
Enterrar huesos y comida es un instinto natural
Esta estrategia ha sido muy importante en la evolución, ya que ha permitido a estos animales optimizar los resultados de la caza, es decir, aprovechar el máximo de calorías y energía que podían obtener de una presa. Es un instinto ancestral que cobra sentido cuando los animales luchan por su supervivencia. Tener una reserva de alimento escondida en un lugar secreto es un seguro de vida, ya que significa poder aguantar un tiempo sin estar obligado a cazar, lo cual puede significar la diferencia entre vivir y morir.
Este instinto, al igual que otros que las especies hemos aprendido a lo largo de la historia, se ha mantenido hasta hoy en día, y es el que hace que nuestros perros domésticos entierren o escondan alimentos o huesos. Incluso los perritos que viven dentro de casa esconden a veces huesos u otros objetos (también objetos no comestibles), por ejemplo debajo de algún mueble, de alguna manta o de su cama.
A menudo los perros que viven con familias olvidan estos víveres que han escondido, ya que al tener comida disponible, no llegan a necesitarlos. Nosotros los seres humanos también almacenamos la comida que no consumimos en el momento, pero no necesitamos enterrarla, ya que para ello tenemos el frigorífico y la despensa; eso sí, a veces también escondemos algo que nos gusta mucho por temor a que cuando vayamos a buscarlo ya se lo haya comido alguien 😉
